domingo, 25 de diciembre de 2011

CAPÍTULO 1

Aquella noche no podía dormir. Me había pasado horas dando vueltas en la cama, tratando de conciliar el sueño, pero parecía imposible.
Mi cerebro se negaba a descansar, parecía haberse vuelto hiperactivo, como si se hubiera disparado el botón de las ideas y se hubiera puesto a trabajar en mitad de la noche...
Me levanté de la cama y me dirigí al salón con la intención de ver qué estaba haciendo mi familia. Supuse que ellos estarían durmiendo, puesto que mañana era un día lectivo y mis hermanos tenían clase y mis padres trabajaban.
El salón de mi grupo se encontraba al pie de unas escaleras que llevaban a los dormitorios, de modo que, al más mínimo ruido, corría el riesgo de que alguno de mis compañeros se despertara.
La sala era rectangular y grande, llena de sofás y sillones, con una gran chimenea en una esquina y altas estanterías que llegaban hasta el techo ocupando todas las paredes, a un lado de la habitación había escritorios para que los alumnos pudieran hacer sus deberes y una gran puerta que daba a las escaleras, a través de las cuales se llegaba al resto de habitaciones de la residencia.
Me senté en un sofá y encendí la televisión. Tras insertar mi tarjeta de identificación dentro del mando, pulsé mi contraseña y le di al botón de encender; la televisión emitió un sonido y mostró cuatro imágenes.
La primera mostraba a mi hermana pequeña, Emily. Era una niña de cinco años, alegre, simpática y optimista, al igual que payasa; aunque a veces resultaba egoísta y exigente, pero, aún así, yo la quería mucho. Estaba profundamente dormida en su camita. Su cara mostraba serenidad y parecía tener un bonito sueño.
La contemplé durante unos minutos, la echaba de menos. Una lágrima recorrió mi mejilla y me apresuré a limpiarla.
Decidí cambiar de imagen, las dos siguientes eran idénticas, puesto que eran mi padre y mi madre, ambos durmiendo, en la misma habitación.
Mi madre, Scarlett, era una mujer un poco estricta y amaba la limpieza, solía enfadarse cada vez que ensuciábamos algo, pero era muy buena y le encantaba darnos sorpresas; y mi padre, Jack, disfrutaba sentándose en el sofá con Will a ver el fútbol o enseñando a Emily a leer. A ellos también los echaba mucho de menos.
Por último, pasé a la siguiente imagen, Will. Will era mi hermano mayor, de dieciocho años. Solía ser un tostón y siempre se burlaba de mí, pero, cuando alguien se metía conmigo, él era siempre el primero en defenderme y era la única persona, aparte de Maddy, mi mejor amiga, que sabía animarme.
Él, al contrario que el resto de la familia, no dormía. Si he de ser sincera, desde que llegué a la residencia jamás le vi dormir.
Estaba sentado en la cama, con la cabeza entre las manos, pensando. Últimamente era algo que solía hacer a menudo. Pensaba en cómo eran las cosas en aquel momento y en cómo eran antes de que yo me marchara. Sólo pensaba y lloraba en silencio. A él era al que más añoraba. Necesitaba escuchar sus burlas sobre el tiempo que tardaba en arreglarme y sentir sus abrazos cada vez que alguna de mis relaciones amorosas salían mal o darle abrazos cuando eran las suyas las que fracasaban.
En ese momento fui incapaz de contener más el llanto y rompí a llorar, apagué la televisión y me tumbé en el sofá mientras maldecía el día en que me fui del mundo de los vivos.


- Mamá, me voy con Maddy a la discoteca, no me esperes despierta. - Anuncié en mitad del salón.
- Kate, no llegues muy tarde, ¿vale, cielo? Como mucho a las seis, no lo olvides. - Me contestó ella, con suavidad.
- Claro, mamá. Nos vemos luego. - Le dije, le planté un beso en la mejilla y cogí mi abrigo. - ¡Adiós, papá! - Grité, y, sin esperar que contestara, cerré la puerta de mi casa y me dirigí a la de Maddy.
Me costaba andar debido a la gran cantidad de nieve que había caído el día anterior, pero concentré todos mis esfuerzos en no caerme para no manchar mi ropa de fiesta que había comprado para celebrar esa nochevieja: unos pantalones negros de lentejuelas muy ajustados, una camiseta gris de tirantes, una chaqueta plateada de manga larga y unos tacones negros de terciopelo. Me había visto obligada a coger el abrigo, debido a los seis grados bajo cero que había en la calle. Estaba helada, de modo que corrí todo lo que pude y llamé insistentemente al timbre de la casa de mi amiga.
- ¿Quién es? - Preguntó una voz masculina. Era Jeremy, el hermano mayor de Maddy, y el mejor amigo de Will.
- Soy Kate, haz el favor de abrir, anda, que me estoy helando. - Supliqué. Nunca me abría a la primera, solía tenerme esperando un ratito en la calle para luego poder reírse de mí. Sus burlas se parecían a las de Will. A decir verdad, consideraba a Jeremy como otro hermano mayor, ya que, o él estaba siempre en mi casa con Will, o era yo la que estaba en la suya con Maddy.
- Está bien, sube, no vaya a ser que te pongas mala. - Contestó, a la vez que la puerta emitía un sonoro ‘click’ y se deslizaba hacia dentro debido a la fuerza que ejercía mi cuerpo sobre ella.
- ¡Cuidado! Que me tiras, Jeremy. - Protesté, enfadada. Al otro lado del timbre comenzaron a sonar unas estruendosas carcajadas, provenientes de Jeremy, por supuesto. En ese momento advertí que habían colocado una cámara en el timbre... Jeremy lo había visto todo y había decidido gastarme una broma y reírse un rato. - Te vas a enterar, imbécil. - Amenacé, y subí a toda prisa los escalones antes de abalanzarme sobre el botón del ascensor en el cual, nada más abrirse, entré, sin fijarme en el chico que salía en ese momento tranquilamente de su casa.
- Lo siento. - Me disculpé. El chico me miró perplejo, no parecía saber que estaba ocurriendo, parecía, más bien, desorientado. - ¿Se encuentra bien? - Le pregunté, extrañada.
- Sí, sí. - Respondió él, mientras una inquietante sonrisa se formaba en su rostro.
- Está bien, adiós. - Concluí, antes de entrar en el ascensor y pulsar el botón del 5º.
Me recosté contra la pared mientras me arreglaba el pelo en el espejo del ascensor; me había despeinado al chocar con aquel curioso chico... ¿Qué le ocurría? ¿Por qué se comportaba aquel chico de esa forma tan rara? Decidí olvidarlo y salí del ascensor al llegar al 5º piso. Me acerqué a la puerta ‘A’ y llamé al timbre.
- ¿Tanto se tarda en subir cinco pisos? ¿Es que has ido andando? - Me preguntó Jeremy, burlón.
Le miré a los ojos y le sonreí con sarcasmo. Jeremy era alto, delgado y bromista... jodidamente bromista. Tenía los ojos pardos y el pelo rubio y alborotado. Sus labios eran finos y siempre mostraban una torcida sonrisa socarrona. La verdad es que tenía el don de hacer reír a la gente, aún así, también sabía como sacarme de quicio mejor, incluso, que Will.
- Choqué con un chico. Supongo que iba un poco acelerada y las ganas que tenía de matarte pudieron conmigo. - Constaté, antes de abalanzarme contra él y empezar a pegarle con la misma fuerza que una niña de dos años, intentando hacer que se disculpara. No lo hizo, obviamente. Jeremy era realmente orgulloso.
- ¿Me has pegado ya lo suficiente? - Dijo, fingiendo sentirse ofendido.
- No, pero es que cuando pasa un rato pierde su gracia, ¿sabes? Voy a ver a Maddy. - Le dije, pasando a su lado, sin siquiera mirarle, y dirigiéndome a la habitación de mi amiga.
- Ya era hora, tía. ¿Te has cansado de tontear con mi hermano? - Me dijo Maddy, con una sonrisa burlona.
- No tonteaba, guapa. Solamente intentaba darle una ‘paliza’ por haber estado a punto de tirarme al suelo al abrir la puerta mientras yo estaba apoyada. - Le dije, con cara de pocos amigos. - No me gusta tu hermano, Maddy, si es eso lo que piensas.
- Está bien, te creo. Pero entonces, ¿qué hay entre vosotros? ¿Amistad? - Me dijo ella, curiosa entonces.
- Yo diría que es como un segundo hermano... Aunque tú eso no lo entiendes puesto que el único chico que podría ser como un segundo hermano para ti es el chico que te gusta, es decir, Will. - Le contesté, tras lo cual se me escapó una risita burlona parecida a la que ella me había dedicado escasos minutos antes.
- Tienes que admitir que es guapo, simpático, sensible, inteligente,... - Empezó.
- Maddy, relájate. Que te guste no quiere decir que, de pronto y por arte de magia, sea inteligente ¿o tengo que recordarte las notas que sacó en bachiller? Vale que sea guapo; simpático es, pero a veces es un plasta, tía, reconócelo; y sensible también, pero tampoco excesivamente... A ti lo que te pasa es que andas pilladísima por él.
- Ya, ¿y tú, que lo sabes, no podrías intentar ayudarme un poquitín? - Me pidió Maddy.
- Lo siento, Madeleine, pero no eres su tipo... ¿No has visto a sus ex-novias? - Sentía tener que ser tan dura con ella, pero era verdad.
Maddy no era muy alta y estaba un poco rellenita. Era pelirroja y tenía los ojos azules. Su cara estaba salpicada de simpáticas pecas y su nariz era respingona. Tenía unos labios finos y una sonrisa rebelde. Era optimista y alegre, pero a veces resultaba demasiado alocada.
Las dos últimas ex-novias de Will eran de las chicas más populares del instituto, altas, delgadas, con un pelo largo y bonito y con unos rizos bien definidos, una de ellas tenía los ojos verdes, el pelo rubio y los labios gruesos; y la otra, ojos azules, el pelo castaño y unos labios un poco finos. Ambas eran físicamente perfectas, el tipo de chica que todas queremos ser pero el tipo de chicas que la mayoría odiamos: egocéntricas, narcisistas, más preocupadas por la moda que por sus amigos y que sacan buenas notas gracias al ‘desinteresado’ dinero que sus padres aportan al centro, de no ser así, serían unas completas negadas en todas las asignaturas.
A las dos las quería mucho, pero, una por que se enamoró de otro más popular y la otra por que consideraba que Will era demasiado pobre, cortaron con él. Will lo pasó mal y recuerdo que estuvimos más unidos que nunca, entonces.
En resumen, Maddy no era el tipo de chica del cual Will se solía enamorar.
- Que yo no sea una chica de revista no quiere decir que no tenga derecho a que alguien me quiera, Kate. - Me contestó Maddy, ofendida.
- Ya lo sé, Maddy. Pero ¿sabes qué opino yo? Que es mejor ser un poco bajita o tener un poco de barriguita pero una gran personalidad y un buen carácter a ser una chica de revista, despiadada y vanidosa, que está siempre preocupada por el cuidado de sus uñas y de su pelo. - Le dije, sonriendo.
Esto que dije pareció conmover a Maddy, ya que se levantó de su cama y me abrazó.
- Eres genial, Kate. - Me dijo. - ¿Nos vamos a la discoteca?
- Claro, ¿estás lista? - Le pregunté.
- Por supuesto, ¿lo estás tú?
- ¿Acaso no ves que sí? - Respondí, burlona.
- ¡Entonces vamos! - Dijimos a la vez, y nos dirigimos a toda prisa hacia la puerta, donde Jeremy nos esperaba con las llaves del coche en las manos.
- Mamá, me voy ya. - Gritó Maddy. Clarissa, la madre de Maddy, asomó la cabeza por la puerta de la cocina y miró de arriba a abajo a su hija menor. Había criado a los dos hermanos sola, puesto que su marido murió de cáncer a los pocos meses de nacer Maddy.
- Ten cuidado, cariño, y nos llegues tarde. Kate, ¿a qué hora vas a volver tú? - Me preguntó.
- Me dejan hasta las seis, pero no sé si volveré antes. - Respondí.
- Está bien, Maddy, cuando Kate vaya a volver llamáis a Jeremy que os recoja, ¿de acuerdo? - Ordenó Clarissa.
- Sí, mamá. - Contestó Maddy, y le dio un beso en la mejilla.
- ¡Adiós! - Me despedí de la madre de Maddy y nos dirigimos al coche.
Al llamar al ascensor me sorprendió lo mucho que tardaba en llegar y, cuando por fin se abrieron las puertas, mi asombro se convirtió en inquietud al ver al mismo chico con el que me había chocado al entrar a toda prisa en el ascensor.
Cuando su mirada se cruzo con la mía su boca articuló de nuevo esa inquietante sonrisa que me había dedicado antes y, después, un hola.
Aparté la mirada y entré en el ascensor. Ese chico no me daba buena espina. Era alto y atlético, pero tenía la cara llena de extrañas marcas, como si hubiera sido maltratado. Su pelo era negro y enmarañado y sus ojos eran de un frío azul claro... parecían de hielo. 

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